sábado, 24 de septiembre de 2011

Academia Dorian !!!

COMIENZA UNA NUEVA HISTORIA!!!! Si si si. Aquí traigo el primer capítulo de una historia que me traigo entre manos. No es la version final del capítulo, pero de momento me contento con escribir la historia, y cuando esté finalizada retocaré los detalles ^^
Les doy la bienvenida a una nueva aventura...



1. La Academia.
         Bajé del coche lentamente, mientras el chófer sacaba mi equipaje del maletero. Una mirada a mi nuevo hogar me bastó para saber que no sería una estancia agradable. Residencias de estudiantes, una junto a otra, todas en fila con aquello que, más que una academia, parecía un castillo restaurado; ese era su aspecto.
-Hogar, dulce hogar.-Dije en tono sarcástico.
-Señorita, ¿está segura de su decisión?
-Sí.-Contesté sin dudar un instante.-Y te he dicho que no me trates de señorita. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?
-Pero es que usted es...-No terminó la frase y, con la mirada fija en el suelo, se limitó a seguirme cargando con una cantidad de maletas casi inhumana. Entramos al edificio principal y nos dirigimos a secretaría, donde una mujer esperaba sentada frente a un pulcro y ordenado escritorio.
-¿Les puedo ayudar en algo?- ofreció con su mejor sonrisa.
-Me gustaría inscribirme como alumna.
-Esta academia ha sido creada recientemente y es por ello que todavía no contamos con gran cantidad de profesores y alumnos. Como consecuencia se encontrará con materias que no podrá cursar o que serán impartidas como clases particulares, al menos hasta el próximo trimestre. Espero que no sea molestia.
-No lo es.
-Bien- hizo una pequeña pausa mientras se levantaba para sacar unos papeles del archivador que se encontraba a su espalda y regresaba con ellos.-En ese caso podrá comenzar en cuanto rellene unos formularios y abone el dinero de la matrícula.
         Antes de que pudiera echar un vistazo a los papeles un hombre se los arrebató de la mano a la secretaria y los colocó de nuevo en su lugar.
-¿Qué modales son estos? Antes de todo la comodidad de nuestro alumnado.
-Perdóneme, Sr. Director.
-Disculpe a Lucy.-Dijo dirigiéndose a mí.- Si lo prefiere dejamos el papeleo para más tarde. Ahora vaya a acomodarse en su nueva habitación, siempre y cuando esté conforme con mi propuesta.
         Le miré durante un instante. El Director era un hombre joven, no aparentaba más de 25 años, llevaba el pelo cuidadosamente despeinado y un traje de apariencia cara perfectamente amoldado a un cuerpo bien cuidado. Guapo, poderoso y con mirada arrogante; algo en mi interior me hacia estar segura de que era Él. Le devolví una sonrisa falsa pero creíble y asentí.
-Lucy, ¿serías tan amable de darles la llave 15-B y acompañarles?
-No hace falta.-Repliqué arrebatándole la llave a Lucy.- Habitación 15 en el edificio B, creo que sabremos llegar solos.-Sonreí una vez más y salí al pasillo seguida por Damon y el bulto de equipaje.

         Caminamos fuera del edificio y cruzamos una pequeña parte del campus hasta llegar a la residencia asignada. Tenía diferentes pisos y todos a excepción de la planta baja, que estaba adaptada como un enorme hall, contaban con 7 habitaciones. Tomamos el ascensor y subimos a la segunda planta. Al fondo del pasillo se encontraba la puerta de lo que sería mi dormitorio el siguiente año. Entramos a la amplia estancia y cerré con llave. Suspiré dejando resbalar mi espalda sobre la puerta, cerrando los ojos un instante. Cuando volví a abrirlos Damon ya estaba colocando mi ropa en el armario. Me levanté y le ayudé a deshacer mi equipaje.
-No hace falta que hagas esto.
-Lo hago porque quiero, ya que se empeña en decir que no es mi obligación.
-Porque no lo es.- Repliqué casi gritando.
-Esto es una discusión absurda. Lo hago como tu amigo y punto.
         Durante un buen rato permanecimos sin decir nada, terminando de ordenar, con miedo a romper aquel incómodo silencio. Finalmente yo lo hice.
-¿Crees que han notado algo extraño?
-¿Acaso una bella dama no puede tener un joven, apuesto y distinguido chofer?-Su impertinencia me hizo reír, al fin y al cabo, no era un mal chico. Se acercó a mí y me acarició el rostro con dulzura.- ¿Estarás bien? Hace demasiado tiempo que esperas esto, pero recuerda que si algo saliera mal puedes volver o llamar para pedirnos ayuda. Puedes contar conmigo.
-Damon, sí algo saliera mal dudo que pudiera volver con vosotros... aún así, espero que mantengamos el contacto mientras tanto.
-Eso no lo dudes. Te escribiré cada semana y te visitaré todos los meses varias veces.- Exclamó excitado, robándome una sonrisa.

         Frente a la puerta principal me despedí de él, que se alejó en su coche negro por la misma dirección por la que habíamos llegado. Aquel momento fue más duro para mí de lo que esperaba, me sentí sola y desprotegida. Junto con Damon se marchaba la última oportunidad de arrepentirme, de correr a sus brazos y llorar como una niña pequeña que añora su hogar. Pero ya no había vuelta atrás, era el momento de enfrentarme al destino. A mí destino.

         Recordé, por aburrida que me pareciera la idea, que aún debía rellenar la inscripción. Caminé decidida pero sin prisa hacia el edificio principal y, siguiendo las indicaciones escritas en los carteles de las paredes, me encaminé hacia el despacho del director. La puerta era enorme y estaba encabezada por una placa que identificaba la sala como "Despacho del Director Vodgan". Llamé con dos sutiles golpes y abrí despacio, asomando primero la cabeza para asegurarme de que se encontraba allí. Levantó levemente la vista y me hizo un gesto con la mano para que entrara.
-¿Ya se ha acomodado en su nuevo cuarto? Señorita...
-Lawrence. Melody Lawrence. Sí, ya he terminado con la mudanza.
-Excelente, entonces es hora de que rellene los correspondientes papeles.
         Me tendió unos impresos donde debía escoger las asignaturas y actividades extraescolares que quisiera cursar, apuntar mis datos y números con los que contactar en caso de que me pasara algo. Sólo escribí el de Damon. Cuando terminé dejé el bolígrafo sobre el formulario y me levanté dispuesta a marcharme.
-Espere un segundo Srta. Lawrence.- Me miró fijamente un instante, en completo silencio.- Le recuerdo que a partir de mañana comienzan las clases. Tome un horario. El resto de la tarde la tiene libre.
         Asentí tomando la hoja que me tendía y salí de allí. Me ponía muy nerviosa aquel lugar, y más aún aquel hombre. Luca Vodgan. Estremecía cada poro de mi piel.

         A la mañana siguiente me levanté envuelta en el olor a nuevo de toda aquella sala. Con las prisas del día anterior no había podido percatarme de lo grande que era para ser el dormitorio de una residencia estudiantil. Miré perezosa el despertador y tardé unos segundos en asimilar lo tarde que era, mientras mis ojos se iban abriendo poco a poco como platos. Me apresuré a vestirme y cogí un bollo de la nevera de la que disponía en mi habitación para comerlo por el camino. Era increíble que fuera a llegar tarde el primer día. No iba a ser una buena primera impresión.
         Corrí lo más rápido que mis piernas me permitían por el pasillo vacío entre las aulas, tan deprisa que no miraba por donde iba y terminé por chocar contra otra chica. Caímos ambas al suelo en medio de una lluvia de papeles.
-Lo siento.-Conseguí articular mientras me apartaba el pelo de la cara.
-No...yo...mis apuntes.-Balbuceaba agitando sus manos y conteniendo las lágrimas.
-¿Te ayudo a recoger? ¿Son tuyos todos estos papeles?
         Asintió tímida y comenzamos a amontonar folios y cuadernos llenos de anotaciones de clase. Cuando recuperó todas sus hojas me levanté y le tendí la mano para que hiciera lo mismo. Me miró temerosa, con sus claros ojos verdes medio ocultos por su pelo rubio, y acercó su mano lentamente a la mía. Cuando tiré para ayudarla pude sentir como le temblaban las piernas.
-Mi nombre es Melody, hoy comienzo como alumna de 1º curso.
-Nadia. También soy de 1º...-Sonrió con dulzura al igual que hubiera hecho una niña pequeña.
-Lo cual me recuerda que llegamos muy tarde a clase, ¿cierto?
-Cierto, jovencitas.-Contestó una voz a nuestras espaldas. -Pero no se preocupen, sigan aquí cotilleando.
         Nos giramos lentamente y vimos allí, frente a nosotras, al que ha sido y será siempre el profesor con el aspecto más tétrico que haya tenido; Albert Thomson. Luciendo siempre una desastrada bata blanca de científico loco, con el pelo medio chamuscado debido a sus experimentos y unas enormes gafas que ocultaban y oscurecían su estático rostro inexpresivo. Juntando eso con su habilidad para aparecer de la nada y desaparecer del mismo modo era lo más parecido al fantasma de alguien fugado de un hospital psiquiátrico que podrías encontrar en el mundo. Claro que yo en aquel momento lo único que sabía de él es que ya estaba metida en un lío y sólo acababa de llegar.
         Sin soltar a Nadia de la mano comencé a retroceder lentamente hasta darme la vuelta y echar a correr arrastrándola a lo largo de todo el pasillo
-Creo que nos vamos ya.- Grité mientras me alejaba.

         Llegamos jadeantes a la puerta del aula de literatura. Miré un momento a la otra muchacha, que apretaba sus apuntes contra el pecho mientras intentaba recuperar el aliento, y dí un par de suaves golpes antes de abrir indecisa la puerta. Ya estaba pensando qué tipo de escusa iba a dar cuando, para sorpresa de ambas, no encontramos profesor alguno en la clase. Varios alumnos que estaban repartidos por los diferentes rincones del aula se giraron para mirarnos, pero seguía sin haber rastro de ningún maestro. Sentí como Nadia tiraba del bajo de mi camisa y dirigí la vista hacia donde ella señalaba con su fino y delicado dedo. En la pizarra, con impoluta letra cursiva, había un mensaje escrito.
"Me ausentaré durante esta  hora. Lean la primera lección."
B. Ciel
-Parece que hoy vuelve a faltar.-Dijo con un susurro.
-¿Ya lo ha hecho antes?-Pregunté intrigada.
-Bueno...-Se sonrojó levemente. - Yo comencé ayer las clases y no sé si lo hace con frecuencia, pero tampoco se presentó y nos fuimos una hora antes a las residencias.
-Me esperaba algo más estricto de una academia de este estilo. Algo más parecido a un internado de esos para adolescentes reincidentes como los que salen en la televisión.
-Te equivocas, esto es peor.-Dijo alguien.
         Miramos en la dirección de la que procedía la voz. Una muchacha nos sonreía desde su posición sentada sobre una mesa. Nos acercamos a ella y tomamos asiento a su lado.
-Verónica Rose.-Se presentó tendiéndonos la mano.
-Melody Lawrence, encantada.
-Yo soy Nadia Shaw. Un placer.
-Bienvenidas al infierno.-Añadió con un firme apretón de manos a cada una.
         Durante largo rato hablamos de cosas varias, sin prestarles demasiada atención a los demás estudiantes, que, aunque la mayoría no llevaban mucho más tiempo que yo en la escuela, parecían tener todos un grupo predeterminado al que pertenecer. Por un lado se encontraban los deportistas; jóvenes talentosos que habían terminado en un lugar así gracias a las escasas becas que proporcionaba la academia para promocionarse y, al mismo tiempo, mantener su exclusividad. En el extremo opuesto de la balanza se hallaban todos aquellos alumnos inútiles, a los que sus padres habían inscrito con la esperanza de que un internado privado pudiera llevarles por el camino correcto o, como principal motivo, asegurar un bien pagado "graduado escolar". Pero sin duda alguna el grupo más destacado entre los estudiantes era el de Kiara Verlac. En cualquier otro colegio se podrían haber clasificado como "las niñas mimadas", pero no aquí. En Dorian casi todos lo eran, ser un niño de papá no tenía nada de especial; pero este era en exclusiva el grupo de Kiara. Ella era quien tenía el poder entre la mayoría de las chicas de la escuela, y todo gracias a que su padre era colaborador de Luca Vodgan en la inversión de dinero para la fundación de la Academia Dorian, y eso la convertía a ella en el ojito derecho del director. O al menos eso pensaban casi todos. Aún así había algo que Kiara ansiaba y no logró. Un puesto que, según ella, Verónica le había robado. El título de Representante de los Estudiantes.
         A Verónica no le parecía más que un encargo inútil, y seguramente hubiera renunciado a él si no fuese por lo mucho que le molestaba ese hecho a Kiara. Era por ello que el último grupo de todos, el que estaba por debajo de cualquiera de los anteriores en aquel momento, éramos nosotras; las dos novatas y la rival natural de la chica más popular de la escuela. "Preferiría lidiar con un puñado de reclusos a estar con Kiara en clase" había dicho Verónica cuando preguntamos el motivo por el cual decía que Dorian era tan horrible. A Nadia le parecía un lugar agradable y en cuanto a mí...tenía mis propios motivos para odiar todo lo que tenía que ver con aquel sitio.
-¿Por qué te inscribiste en la academia? -Preguntó Nadia. Un instante después, avergonzada por su atrevimiento, se arrepintió de sus palabras. -Quiero decir...Como dices que no te gusta estar aquí... pensé que deberías tener un buen motivo...¿no?
-A diferencia de casi todos los presentes, yo no tengo el suficiente dinero como para pagar la matrícula. Me ofrecieron una beca para estudiar aquí gracias a que soy campeona en esgrima, y mis padres no se lo pensaron. Más bien no pensaron en mí, en que yo ya tenía una vida donde vivíamos. Según ellos, era una oportunidad inigualable. Y aquí estoy, estudiando con niños mimados. -Hizo una breve pausa y miró intensamente a Nadia.- Y tú, ¿por qué has venido a un lugar como este?
-Mi papá quiere que siga sus pasos. -Contestó intimidada.
-¿Y es necesario que estudies en Dorian para ello?- pregunté a desgana.
-Bueno, mi familia es la dueña de una cadena de restaurantes y pueden permitirse el lujo de mandarme a una escuela elitista. Quieren que sea una buena empresaria, pero...
-¿Pero? -Inquirió Verónica- Tú también estás aquí por el capricho de alguien.
-Es que yo no quiero ser como mi papá.
-¿Se lo has dicho alguna vez?
-No... Tengo miedo. Siempre lo ha querido y ...-siguió explicando Nadia. Pero sus voces se iban alejando poco a poco de mi mente, que ya volaba muy lejos de aquella conversación.
         ¿Qué estaría haciendo Damon? ¿Me añoraría o no? Yo le echaba de menos desde el mismo segundo en que se había marchado. No nos habíamos separado nunca, ni un solo día, desde la muerte de mis padres y mi hermano en un accidente, hacía ya tres años. Aparté la mirada de la ventana, pero antes de redirigirla hacia Nadia o Verónica, mis ojos se toparon con alguien que había pasado inadvertido hasta ese momento. Era otro alumno, alguien que no se amontonaba en uno de los diferentes grupos, si no que estaba apartado de los demás y mirando a ninguna parte desde su posición, sentado junto a la pared contraria. Fue curioso no haberme dado cuenta de su presencia hasta ese instante, era como si no estuviera allí, ya que a nadie parecía importarle en absoluto su completa soledad o el modo de camuflarse con la nada que le hacía casi inexistente. Aún así yo no podía apartar mis ojos de él, parecía estar parado en el tiempo; ni la más minima brisa movía uno solo de sus morenos cabellos, su pecho apenas subía y bajaba al respirar, y lo más alarmante de todo era la tensión de los músculos de sus brazos, al igual que un gato expectante de cazar un ratón. Era un fotograma estático dentro de una película, hasta que levantó la mirada y clavó en mí sus inquietantes ojos azules. Me quedé paralizada un segundo, no por haber sido descubierta, si no porque resultaba hipnótico el brillo peligroso de sus ojos y el tono misterioso de su rostro.
         Antes de que me diera tiempo a mirar en otra dirección, él ya se había levantado y marchado de la clase. Cuando le perdí de vista tras cruzar la puerta sentí como alguien tiraba de mi brazo y, volviendo en mí, reaccioné.
-¡Melody! Espabila, la hora ha terminado. Tenemos que ir a clase de Química. -Verónica me zarandeaba mientras yo trataba de analizar sus palabras.
-Perdón...Es que estaba pensando. -Dije observando como todos a mi alrededor iban abandonando la estancia.
-Ya he visto en quien pensabas. Pero venga, no te entretengas o llegarás tarde también a esta asignatura.
-¿¡Qué!? No, yo no estaba... solo... -Intenté justificarme, pero Verónica y Nadia ya se alejaban por el pasillo, dejándome en la puerta del aula con la cara enrojecida por la vergüenza de haber sido pillada también por ellas.

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